Cantabria es una tierra llena de mitos y leyendas. No hay duda de que la montaña cántabra es el escenario ideal para las andanzas de criaturas como la Osa de Andara, el Ojáncanu y la Ojáncana, las Anjanas, los Ventolines, los Caballucos del Diablu, los Nuberos, el Musgosu, el Culebre, el Ramidreju o los duendes.

El folclore cántabro hunde sus raíces en la mitología celta y romana, incluyendo también leyendas del resto de la cornisa Cantábrica. No podía faltar en este contexto un personaje propio de la tradición navideña: el Esteru. Es una figura recuperada en los últimos años de la que se desconoce con claridad el origen. Sea simple invención reciente u otra muestra más de la tradición popular, cualquier excusa es buena para que los niños y niñas conozcan la cultura de la tierruca. Si os acercáis a los valles pasiegos a disfrutar de una escapada familiar en nuestras cabañas de madera, no dudéis en contarles estas historias:

Un leñador bonachón que trae regalos a los más pequeños

Emparentado con el Olentzero vasco, el Angulero asturiano, el Tió catalán o el Apalpador gallego, el Esteru es un personaje barbudo y bonachón que vive en las montañas. Se dedica a cortar madera, y siempre va a acompañado de su burru. Pero, en Navidad, deja sus quehaceres como leñador. Comienza entonces a elaborar juguetes para los niños y niñas cántabros, entre los que reparte regalos y alegría en Nochebuena.

El Esteru lleva boina y pipa, y siempre lleva su hacha y su bastón. Representa el bien y la bondad. La leyenda cuenta que un hada lo encontró recién nacido en el bosque, gracias a la ayuda de los Enanucos. Lo nombraron como Esteru por lo maravilloso del hallazgo y lo entregaron a una pareja, que lo crió. Tras la muerte de sus padres, empezó a sentirse triste, y decidió fabricar juguetes de madera para unos huérfanos que vivían en una casa cercana. Visto el éxito, comenzó a llevar también a los pueblos en donde vendía la leña cortada, para regalarlos a los niños que se encontraba. Testigo de un furioso incendio en la casa de los huérfanos, consiguió salvarlos, si bien él fue víctima de las llamas. Sin embargo, el hada que lo encontró de pequeño decidió que viviera para siempre por su bondad y buen corazón. Así, el Esteru se dedica a, con ayuda de los Enanucos, entregar juguetes e ilusión por Navidad a todos los niños cántabros.

Las Anjanas, las hadas que abandonan los bosques para regalar a los niños más pobres

Estas pequeñas, hermosas y luminosas hadas viven en los bosques cántabros. Se dedican a proteger a los más débiles, incluidos los niños. Según una versión, son criaturas que manda Dios a hacer el bien; según otra, son espíritus que se desprenden de los árboles y que tienen como tarea cuidar los bosques. Sea como sea, la tradición cuenta que las Anjanas visitan los pueblos del interior la noche de Reyes para dejar a regalos a los niños. Eso sí, solo lo hacen cada cuatro años y en las casas de familias que tienen problemas económicos.

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